Fui a Osaka hoy a recoger mi pasaporte nuevo. Un cúmulo de despropósitos que han motivado que desde junio estuviera sin pasaporte, a la vez que extraviado. Tengo ya el pasaporte versión 2.0, el que te trae el zoo dentro, en lugar del antiguo de chichinabo. Sólo tiene validez de 11 meses, por otra serie de despropósitos, así que me da que volverán a producirse otra serie de despropósitos para su renovación futura. Bueno, que ya tengo pasaporte con lo que puedo huir/escapar cuando sea necesario.
Breve paseo por Osaka y luego de vuelta me equivoqué de tren y terminé echándome al cuerpo otra horita más de cercanías. Llevaba la música encima así que aproveché para conocer cosas nuevas.
Casi a diario me topo con algún personaje interesante. Durante la escasa media hora que dura el trayecto de Kobe a Osaka, compartí espacio vital con una chica que debería tener la edad de mis alumnos. Iba algo descuidada, con dos bolsos. De uno no paraba de salir comida, mucha. Lo más destacable de la chica eran sus manos y muñecas finas y huesudas, muy. Empezó comiendo de manera compulsiva una bolsa de patatas fritas tamaño mediano-grande. Las patatas las cogía a puñaos y se las llevaba todas a la boca con la palma extendida. La bolsa de patatas, la mano que metía en la bolsa, las patatas en la mano, el calculado trayecto hacia la boca (no se cayó ni una), las manos huesudas... No había sonido porque estaba escuchando música. Yo la miraba y ella seguía comiendo patatas frenéticamente, y no creo que por nervios porque si hubiera estado nerviosa se le habría caído alguna por el camino. Fue terminar las patatas y empezar con la barrita de chocolate con leche, para continuar con una serie de bombones de forma redonda y envoltorio colorido. Fueron 3, 4, por ahí andaba la cuenta. Pensé yo que los chocolates eran el postre-colofón al almuerzo, pero no, esta vez metiendo la mano al bolso, seguía sacando sucedáneos de algún tipo de cereal inflado y crujiente. Y así llegué a Osaka, tarde a la cita diplomática porque me desperté a las 11.
Breve paseo por Osaka y luego de vuelta me equivoqué de tren y terminé echándome al cuerpo otra horita más de cercanías. Llevaba la música encima así que aproveché para conocer cosas nuevas.
Casi a diario me topo con algún personaje interesante. Durante la escasa media hora que dura el trayecto de Kobe a Osaka, compartí espacio vital con una chica que debería tener la edad de mis alumnos. Iba algo descuidada, con dos bolsos. De uno no paraba de salir comida, mucha. Lo más destacable de la chica eran sus manos y muñecas finas y huesudas, muy. Empezó comiendo de manera compulsiva una bolsa de patatas fritas tamaño mediano-grande. Las patatas las cogía a puñaos y se las llevaba todas a la boca con la palma extendida. La bolsa de patatas, la mano que metía en la bolsa, las patatas en la mano, el calculado trayecto hacia la boca (no se cayó ni una), las manos huesudas... No había sonido porque estaba escuchando música. Yo la miraba y ella seguía comiendo patatas frenéticamente, y no creo que por nervios porque si hubiera estado nerviosa se le habría caído alguna por el camino. Fue terminar las patatas y empezar con la barrita de chocolate con leche, para continuar con una serie de bombones de forma redonda y envoltorio colorido. Fueron 3, 4, por ahí andaba la cuenta. Pensé yo que los chocolates eran el postre-colofón al almuerzo, pero no, esta vez metiendo la mano al bolso, seguía sacando sucedáneos de algún tipo de cereal inflado y crujiente. Y así llegué a Osaka, tarde a la cita diplomática porque me desperté a las 11.
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