martes, 1 de junio de 2010

Bueno, bueno. A continuación cuento una historia, verídica: "Historia de un pelo capilar". Hace unos días, al salir de la ducha, noté una ligera molestia ocular. Tras observar el óculo en el espejo, vi que se había adentrado un pelo capilar. Intenté forzar su salida y, al no poder, fui a por un pañuelo de papel desechable para, tras darle forma de rollito con los dedos, intentar sacar el pelo. Pero, parece que el pelo no estaba ya; aunque parecía que todavía notaba algo, no lo podía ver. Decidí echarme agua mineral para ver si así con la inundación salía, pero tampoco. Y ahí quedó la cosa, preguntándome yo dónde se fue a parar el pelo. Al día siguiente, fui a comprar unas gotas para los ojos para intentar lo mismo que ya intenté de manera poco elegante con el agua mineral puesto que seguía pensando que el pelo estaba todavía alojado en el ojo. Eché las gotas y tras el lloriqueo observé como afloraba una pestaña, nada más. "Bueno, bueno" pensé, "será que no era un pelo de la cabeza sino una pestaña". Intenté auto-convencerme de eso, aunque pasé casi una semana con la sensación de que el asunto no estaba zanjado, pensando también si no se habría convertido en una obsesión. Creo que pasó casi una semana, hasta que una tarde, volví a coger las gotas para actuar de manera contundente. Cayeron muchas gotas y los ojos rebosaban de líquido (porque aunque el pelo fue visto en el ojo derecho, yo actuaba sobre los dos). Fui al cuarto de baño a observarme en el espejo y ahí, tímidamente vi asomarse al pelo. Mantuve los ojos abiertos y sin parpadear fui a por el pañuelito, volví y lo logré sacar. Me quedé muy descansado y aliviado.

Y con esta historia, que no es baladí, quiero decir que si huele a caca, es que hay caca cerca. Sabemos más de lo que creemos y nuestros instintos no fallan.

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