lunes, 16 de agosto de 2010

Día 3.

Fue un día de grande fracaso. El objetivo era la visita de una antigua base de entrenamiento de submarinos kamikaze. En un pueblo perdido, a unos 90 minutos de Nagasaki. Lluvia a cántaros, viento que caprichosamente deformaba el paraguas de 20 duros... Al llegar al sitio, resulta que no está ahí, sino que tengo que coger otro autobús y desplazarme a otro pueblo todavía más raquítico. Ni un alma, día plomizo, mar negro y desapacible, mojado por completo, veo la piedra conmemorativa pero no los restos... Ando, me desespero y opto por darme 1/2 vuelta.

Testimonio de la estación de autobuses del primer pueblo, en hora punta. Ni un alma. Hice amistad con el policía del pueblo. Era tal la desolación que entré a la comisaría y con aire sorprendido me indicó el nombre del pueblo a donde tenía que ir. Yo creo que cuando una viaja debe siempre pasar por la comisaría y presentarse.


Llegué a Nagasaki derrotado y de mal espíritu. No obstante, la tarde empezó a aclararse, di un segundo recorrido por la ciudad y disfrute de uno de los momentos más entrañables del viaje: el atardecer en el puerto de Nagasaki.

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