miércoles, 10 de noviembre de 2010

Me gusta llegar temprano a mis clases, mínimo 10 minutos, a veces, el día de antes. En serio, me gusta llegar temprano para, cual urraca, otear la habitación en busca de relojes, móviles, monedas, billetes... No, lo que pasa es que la habitación suele estar cargada y puede que pestilente, por lo que me gusta abrir la ventanada de par en par y que corra el aire. Pero a mí, lo que me gustaría, y como hacía aquel, sería ponerme en la puerta y dar a cada muchacho una palmada en el pecho antes de entrar para encender los ánimos. Alguno dirá que soy cruel, pero desde que ha llegado el frío, ligero, se producen situaciones que se me hacen divertidas. La ventanada es grande, y con la apertura, la temperatura en la habitación cae drásticamente y en poco tiempo. Llega la alumnada, bien adormecida del metro o de la clase anterior, y se empiezan a escuchar comentarios del tipo 'qué frío' (en japonés, que ya me lo he aprendido) y frotado de manos. 'No habéis desayunado bien'. Tímidamente alguno se atreve a cerrar las ventanas de la retaguardia, pero ninguno se ha atrevido todavía a cerrar las de mi zona de influencia. Esta táctica ya la empleaba el año pasado y he notado una mejora en los niveles de concentración. Si supieran que yo en Rusia no me quitaba los guantes en las clases...

2 Comentarios.:

Qalamana dijo...

Ja, ja, ja... buenísima técnica para despejar las neuronas!

Truely dijo...

Me pregunto cómo irá vestida la alumnada y tú mismo, porque claro,
si la primera viste con faldicas pantalón corto y a lo loco, y tú te presentas abrigado hasta el cuello, pues eso pues,
que lo que se me despertaría a mí sería una mala uva fenomenal, por decirlo así.

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