Aprovechando un puente, he echado unos días de asueto. El objetivo era la isla de Nao-shima, en el llamado Mar Interior de Japón. Hubo parada en el puerto de Uno, en donde lo más destacable fue la cena yomeloguisoyomelocomo, es decir, tienes un fueguecillo en la mesa, te traen el asunto y tú te lo cocinas, levantándote con buena peste a cocinada, grandísimo calor y dando gracias de que no te quemaste las pestañas. Al día siguiente, ruta en barco Uno-Naoshima, isla campo-de-cabras habilitada por mecenas y artistas con una serie de museos de mucho copete (cosas interesantes, sobre todo los edificios en sí, alguna que otra bobada y delirios de artista). Mucho caminar, mucho sol y mucho calor. Y por la tarde-noche, de vuelta a Takamatsu, ciudad-puerto, en donde degusté los mejores fideos de Japón, y no estoy exagerando, son famosos y yo doy fe de ello. Y a la mañana siguiente, ruta en ferry Takamatsu-Kobe. Grandísimo viaje de unas 4 horas por el Mar Interior.
Algunos testimonios (más en el sitio de las fotos, que no hay que saturar).
El principal motivo del viaje. Dos calabazas que vi en alguna foto al llegar a Japón y desde entonces quería verlas. Hay otra roja |
1 Comentarios.:
Estoy encantao de tener un hijo tan navegante. Que eso es lo que eres, un navegante.
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