lunes, 3 de enero de 2011

Día 3 de enero. Ya ha pasado un tiempo prudencial para que esta entrada no despida tufo a balance-fin-de-año ni nocheviejesco. Desde que empecé a usar corrección para la vista, el fin de año es uno de mis momentos más aborrecidos del calendario (junto con el día ese que quitan una hora de luz -en Japón, no-). Las risas, los ruidos, la petardada, ellos con traje y corbata, ellas de vestido largo, la alegría, las uvas, los programas televisivos... No lo soporto.

El miércoles vuelvo a trabajar. Sé que siempre hago la misma reflexión a la vuelta de las vacaciones, pero lo volveré a hacer una vez más. En este estado de conexión constante, correo e-, mensajería instantanéa, redes sociales, etc. uno es partícipe de los grandes momentos de euforia que preceden a las vacaciones y los estados depresivos post-vacacionales. Lo sé, he experimentado ambos. Por supuesto que me alegro de la llegada de las vacaciones (incluyendo, el lunes y el viernes festivo que tenemos la semana que viene -recién vueltos de vacaciones y acabando el curso el día 2 de febrero-), pero no me pesa el retorno a mi lugar de trabajo.

Me quedan dos (2) sueldos. Todavía hay algunas cosas en el aire, pero parece ser que este año seguiré comiendo con palillos y experimentaré el subtropíco. Ya se hará anuncio como es debido.

No tengo mucho más que añadir.

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