Ultimamente, cuando estoy algo aburrido, además de gastar dinero, me dedico a hacer fotos y luego con el ratoncico paquí pallá, sube baja, satura, revive... Y se pasa el tiempo entretenido, de manera artística y sin delinquir.
Algunas que hice hoy mientras me daba una vuelta por el barrio. Con comentarios añadidos...
A poca distancia parece que nos adentramos en una especie de huerta, con campos, cultivos, bancales...
Y qué bonicos los espantapájaros que me encontré (hay más fotos donde hay más fotos).
Unos girasoles más feos que un tiro pero que la fotografía digital adecenta.
Hay una especie de río y puentes para cruzar. Y cuervos que vigilan.
El atardecer ofrece colores impactantes.
Y de este lugar, aunque no se aprecia muy bien, me gusto la mezcla de colores, el del cielo, el azul de la casa y el parduzco del campo.
De la huerta, cuesta arriba para llegar a mi casa.
Las típicas máquinas de Japón. Proliferan gracias a la ausencia de vándalos, chusma, gentuza, pies-negros y amigos de lo ajeno. De igual manera sigue habiendo cabinas de teléfono, con su asiento y guía. Bien limpias y ordenadas, no como los monumentos a la desidia y repugnancia en los que se convirtieron en España. Y no son caras. Ésta va a 100 yenes (unos 20 duros).
Y en la plaza cerca de mi casa han puesto esto, que me ha gustado. Lo ilumina un foco que hace que se vean los colores como fluorescentes.
Shalom.












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